LEE AHORA LA REVISTA HISTORIETAS

martes, 25 de agosto de 2009

ASTONISHING TALES: DEATHLOCK

Aquí os dejo un texto que me ha remitido Lolo García, compañero del Club de la Historieta y enamorado de la editorial Marvel de los 70. Un repaso excelente a un héroe que, en mi caso, me resultaba completamente desconocido.

Que a la editorial Marvel Comics le sentaron bien los años 70 lo sabemos todos, quizás La Casa de las Ideas nunca hizo tanto honor a ese sobrenombre como en esa época, cuando las fórmulas y conceptos superheroicos, ya explorados y bien explotados por la propia Marvel, dan lugar a un nuevo aluvión de experimentos y nuevas creaciones que expanden los límites del superhéroe y, en vez de sustituir a los anteriores, pasan a formar parte del mismo imaginario y se complementan perfectamente.

Uno de los personajes que más me llamó la atención de aquella época, como muchos tantos, es Deathlok el Demoledor, cyborg creado por el dibujante Rich Buckler con la ayuda del guionista Doug Moench para la serie Astonishing Tales en 1974.

Habida cuenta del éxito que Marvel estaba consiguiendo con antihéroes tanto si eran figuras de la fantasía heroica (Conan) como monstruos del cine (Hombre Lobo, Zombi...) o incluso aquellos que directamente acaban encuadrados en el marco superheroico de pijama de lycra como Lobezno o Punisher, Buckler y Moench se sacan de la manga a un cyborg creado a partir del cadáver del soldado Luther Manning, el cual mantiene su conciencia en lucha con la computadora que tiene implantada en su cerebro, amen de otra multitud de implantes cibernéticos.

La función de Deathlok es ser el arma perfecta del megalomaníaco Harlan Ryker, antiguo compañero de Manning, en un futuro postapocalíptico con fecha de 1990. Será la conciencia de Manning la que se rebele y tome las riendas de su cibernético cuerpo (compartidas en una eterna lucha con la computadora de su cerebro) para sublevarse como un ejército de un solo hombre contra la tiranía de Ryker.

La serie de Deathlok de Astonishing Tales duró unos dos años (12 números bimensuales), y si bien adolece a la larga de agujeros de guión, diluyéndose las motivaciones de Deathlok y de los demás personajes, pegando bandazos de un sitio para otro una vez pasado el eclipse de la serie.
Prefiero empezar con estos errores para pasar a los muchos aciertos que a mi parecer encontramos en esta serie, pues ninguno de estos factores negativos interrumpe la lectura, que es entretenida y se lee bastante bien.

Por un lado tenemos a un personaje que, al igual que otras viejas glorias de la Marvel, tiene su referente en los clásicos, en este caso y cogido por los pelos, en el monstruo de Frankenstein (genial escena en la que encuentra un ejemplar de Mary Shelley y lo hace trizas) pero por encima de todo, Deathlok pasa a ser el referente de lo que vendría en el futuro: el arma perfecta construida a partir de los restos de un gran guerrero (Robocop) y/o el cyborg enviado al pasado para evitar un futuro apocalíptico (Terminator).

Si a todo ello le añadimos cierta carga política imposible de pasar por alto (Deathlok se arranca la bandera norteamericana del uniforme para pisotearla, por citar un ejemplo), los diálogos interiores entre Manning y la computadora (llega a convertirse en una voz en off de hasta tres bandas), la nada pedante e inocentona pero bien llevada crisis existencial de Manning tanto por la presencia como por la ausencia de una computadora en su cerebro y un apartado gráfico donde Buckler deja de imitar tanto a Buscema para parecerse más a Neal Adams, dibujando magistralmente a Deathlok entre una Nueva York en ruinas.

Terminada la serie de Astonishing Tales el personaje no cayó en el olvido, sino que ha sido aprovechado con mayor o menor fortuna, siempre tímidamente, hasta la actualidad.

Llegué a leer un poco del Deathlok de los 90, en lo que supuso un reboot en el que el protagonista no es Manning sino un pacifista ingeniero llamado Michael Collins que se ve involucrado en el proyecto Deathlok en nuestro presente en lugar del futuro desolador de la serie original, desconozco la calidad de la serie pero posiblemente pasara sin pena ni gloria. Me quedo con el Deathlok setentero, dueño de su propia estética y, sin ser de las series más punteras de la casa (ni pretenderlo), sí que se trata de uno de los engranajes de algo grande.

No hay comentarios:

Publicar un comentario