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domingo, 30 de agosto de 2009

KIMAGURE ORANGE ROAD

A principios de los años 90, en plena crisis del cómic estadounidense, las librerías españolas comenzaron a llenarse de historietas japonesas. Los primeros mangas se apoyaban en éxitos televisivos como Dragon Ball, Ranma ½, Sailor Moon o Caballeros del Zodíaco, entre otros. Y aunque muchos de aquellos primeros lanzamientos no lograron el éxito deseado, otras series y otros personajes fueron abriéndose paso y conquistando cada vez mayor espacio en las estanterías. Quince años después, lo que algunos calificaron como una moda es, se mire como se mire, todo un fenómeno social.


Hoy, numerosas editoriales publican todo tipo de historietas japonesas, desde las más subidas de tono, pasando por los éxitos televisivos, hasta llegar a historietas para niños y niñas. Sin embargo, la mayoría de estas editoriales parecen obsesionadas con lanzar productos modernos y actuales, algunas veces a costa de ofrecer al público material de muy dudosa calidad. Por lo tanto, la política de la editorial Glénat de recuperar clásicos es todo un soplo de aire fresco para una afición que sabe mucho del manga actual, pero apenas nada de las obras maestras anteriores a los años 90.


Glénat, que ya recuperara buena parte de la obra de dos gigantes del manga como son Osamu Tezuka y Rumiko Takahashi, se lanza ahora a recuperar a uno de los grandes maestros de los 80, Izumi Matsumoto, creador del manga Kimagure Orange Road (KOR), que en España también se conoció como Johnny y sus amigos.


Popularizada en España merced de una serie televisiva que sufrió una tremenda censura, realmente innecesaria puesto que Matsumoto nunca desnudó a sus personajes ni introdujo diálogos subidos de tono (aunque sí se hacían menciones bastante inocentes a besos y caricias, y la doble moral televisiva no podía permitir tal cosa), KOR tuvo escaso éxito en el mercado español, pues ni la edición (cuadernillos de 48 páginas bastante caros para ser en blanco y negro) ni el dibujo atrajeron al público.



Ciertamente, los primeros capítulos de Izumi Matsumoto tienen un trazo simple que no puede compararse (ni debemos comparar, pues son estilos de épocas distintas) con el preciosismo realista de Masakazu Katsura. Sin embargo, a medida que los capítulos se suceden, Matsumoto va enriqueciendo su estilo, va definiendo a sus personajes y, lo que es más importante, maneja la narración gráfica con una endiablada facilidad que te obliga a seguir leyendo.



La historia que el maestro, hoy retirado debido a una dolencia de espalda, nos cuenta es simple y a la par tremendamente divertida y completa. Kyōsuke Kasuga, nuevo en el instituto, tiene su amor dividido entre la dulce y algo posesiva Hikaru Hiyama y la misteriosa y algo salvaje Madoka Ayukawa. A diferencia de la serie televisiva, en la que era obvio que nuestro protagonista prefería a Madoka, en el manga cada chica tiene su atractivo y hay momentos en los que ni el propio lector sabe a cuál elegiría. Pero este triángulo amoroso, clásico donde los haya, se complica por el hecho de que Kyōsuke (de hecho toda su familia) posee poderes como telekinesis, teleportación, viaje en el tiempo y otros muchos que ni el propio protagonista, debido a su juventud, termina de conocer.


Lo que podía haber sido un divertido romance se convierte además, de la mano de este genio del manga, en una historia de ciencia-ficción, donde nuestro protagonista se hipnotizará a sí mismo con sus poderes para ser el chico ideal (aunque le saldrá mal, claro), intercambiará cuerpos con sus familiares, viajará al futuro y al pasado para resolver sus problemas y, en general, vivirá mil y una complicaciones. Todo ello con un sabor adolescente muy refrescante, que nos recuerda lo que eran aquellos años de dudas e inexperiencia, cuando todo era nuevo, intenso e irrepetible.


La historia, que comenzó a publicarse en Japón hace ya un cuarto de siglo, que se dice pronto, se está editando actualmente en España en 10 tomos bimestrales, de unas 300 páginas cada uno, por un precio bastante razonable: 9,95 €. Una posibilidad estupenda de adentrarse en la historia del manga japonés, pero sobre todo una oportunidad irrepetible de disfrutar con una historia magnífica.


martes, 25 de agosto de 2009

ASTONISHING TALES: DEATHLOCK

Aquí os dejo un texto que me ha remitido Lolo García, compañero del Club de la Historieta y enamorado de la editorial Marvel de los 70. Un repaso excelente a un héroe que, en mi caso, me resultaba completamente desconocido.

Que a la editorial Marvel Comics le sentaron bien los años 70 lo sabemos todos, quizás La Casa de las Ideas nunca hizo tanto honor a ese sobrenombre como en esa época, cuando las fórmulas y conceptos superheroicos, ya explorados y bien explotados por la propia Marvel, dan lugar a un nuevo aluvión de experimentos y nuevas creaciones que expanden los límites del superhéroe y, en vez de sustituir a los anteriores, pasan a formar parte del mismo imaginario y se complementan perfectamente.

Uno de los personajes que más me llamó la atención de aquella época, como muchos tantos, es Deathlok el Demoledor, cyborg creado por el dibujante Rich Buckler con la ayuda del guionista Doug Moench para la serie Astonishing Tales en 1974.

Habida cuenta del éxito que Marvel estaba consiguiendo con antihéroes tanto si eran figuras de la fantasía heroica (Conan) como monstruos del cine (Hombre Lobo, Zombi...) o incluso aquellos que directamente acaban encuadrados en el marco superheroico de pijama de lycra como Lobezno o Punisher, Buckler y Moench se sacan de la manga a un cyborg creado a partir del cadáver del soldado Luther Manning, el cual mantiene su conciencia en lucha con la computadora que tiene implantada en su cerebro, amen de otra multitud de implantes cibernéticos.

La función de Deathlok es ser el arma perfecta del megalomaníaco Harlan Ryker, antiguo compañero de Manning, en un futuro postapocalíptico con fecha de 1990. Será la conciencia de Manning la que se rebele y tome las riendas de su cibernético cuerpo (compartidas en una eterna lucha con la computadora de su cerebro) para sublevarse como un ejército de un solo hombre contra la tiranía de Ryker.

La serie de Deathlok de Astonishing Tales duró unos dos años (12 números bimensuales), y si bien adolece a la larga de agujeros de guión, diluyéndose las motivaciones de Deathlok y de los demás personajes, pegando bandazos de un sitio para otro una vez pasado el eclipse de la serie.
Prefiero empezar con estos errores para pasar a los muchos aciertos que a mi parecer encontramos en esta serie, pues ninguno de estos factores negativos interrumpe la lectura, que es entretenida y se lee bastante bien.

Por un lado tenemos a un personaje que, al igual que otras viejas glorias de la Marvel, tiene su referente en los clásicos, en este caso y cogido por los pelos, en el monstruo de Frankenstein (genial escena en la que encuentra un ejemplar de Mary Shelley y lo hace trizas) pero por encima de todo, Deathlok pasa a ser el referente de lo que vendría en el futuro: el arma perfecta construida a partir de los restos de un gran guerrero (Robocop) y/o el cyborg enviado al pasado para evitar un futuro apocalíptico (Terminator).

Si a todo ello le añadimos cierta carga política imposible de pasar por alto (Deathlok se arranca la bandera norteamericana del uniforme para pisotearla, por citar un ejemplo), los diálogos interiores entre Manning y la computadora (llega a convertirse en una voz en off de hasta tres bandas), la nada pedante e inocentona pero bien llevada crisis existencial de Manning tanto por la presencia como por la ausencia de una computadora en su cerebro y un apartado gráfico donde Buckler deja de imitar tanto a Buscema para parecerse más a Neal Adams, dibujando magistralmente a Deathlok entre una Nueva York en ruinas.

Terminada la serie de Astonishing Tales el personaje no cayó en el olvido, sino que ha sido aprovechado con mayor o menor fortuna, siempre tímidamente, hasta la actualidad.

Llegué a leer un poco del Deathlok de los 90, en lo que supuso un reboot en el que el protagonista no es Manning sino un pacifista ingeniero llamado Michael Collins que se ve involucrado en el proyecto Deathlok en nuestro presente en lugar del futuro desolador de la serie original, desconozco la calidad de la serie pero posiblemente pasara sin pena ni gloria. Me quedo con el Deathlok setentero, dueño de su propia estética y, sin ser de las series más punteras de la casa (ni pretenderlo), sí que se trata de uno de los engranajes de algo grande.

lunes, 24 de agosto de 2009

LOS PRIMEROS SUPERHOMBRES (Y LA PRIMERA SUPERMUJER)

¡Los aficionados a los superhéroes están de enhorabuena! La editorial estadounidense Fantagraphics ha publicado este mismo año un divertido libro llamado Supermen! The First Wave of Comic Book Heroes (1936-1941), dedicado a los primeros heroes que aparecieron en las páginas de los comic books y que tenían habilidades especiales o, en su defecto, llevaban una máscara tras la que se escondían.

El libro, que es más grande que una guía telefónica (al menos gaditana) se centra en una veintena de héroes y una heroína poco conocidos pero que en su día fueron famosos o, en su defecto, fueron dibujados por artistas que hoy son auténticas leyendas del dibujo. Todo el material proviene del fondo editorial de empresas ya desaparecidas, lo que permite que el precio sea más que razonable: 24.99 dólares.


El libro, comparado con una guía telefónica.


¿Qué podemos encontrarnos? Los primeros trabajos de Jerry Siegel y Joe Shuster (padres de Superman), los maestros del pincel Will Eisner y Lou Fine dibujando a The Flame (que posteriormente inspiraría a la Antorcha Humana de Marvel Comics, Bill Everett (creador de Namor the Submariner), Jack Kirby, Joe Simon (padre junto a Kirby de Captain America, Kid Commandos y otros muchos éxitos de los años 40), Jack Cole (quien creara al genial y hermosamente dibujado Plastic Man) o Basil Wolverton (que década y media después triunfaría en la revista de humor MAD).

¿Vale la pena comprar el libro? Las historias muchas veces son tontorronas, en ocasiones toscamente dibujadas para nuestros cánones, pero se ve el deseo de aquellos jóvenes autores de crear algo nuevo, de emular a sus ídolos al pincel Alex Raymond, Hal Foster, Milton Caniff o al guionista Lee Falk.


Interior del libro.


Al final del libro, el editor Greg Sadowski da una lección magistral de historia del cómic comentando detalles curiosos sobre los personajes, los autores o las editoriales de la época. Parece mentira que se hicieran pequeñas fortunas con una inversión inicial de 15 dólares, o que los editores de Superman se sintiesen avergonzados del colorido personaje y no quisiesen darle demasiado protagonismo ni publicidad durante sus primeros meses de existencia.

Resulta un libro divertido, para leer poco a poco, disfrutar de la imaginación de hombres que murieron hace ya muchos años y revivir las historias que hicieron soñar a una generación que había crecido bajo la sombra gris de la Gran Depresión y a la que amenazaba la aún más negra sombra de la guerra en Europa y el Pacífico.


viernes, 21 de agosto de 2009

REUNIÓN DEL CLUB DE LA HISTORIETA : EL ETERNAUTA

La semana pasada tuvimos la última reunión del Club de la Historieta en el curso 2008/2009, y ocurrió algo curioso… ¡no hablamos prácticamente nada de El Eternauta!


Como a todos nos había gustado la lectura y además coincidimos en la carga política de la historia (invasores de fuera que manipulan a la gente del interior para controlar el país… una visión muy certera de Latinoamérica durante la Guerra Fría) y con la maestría de los autores para narrar un relato por entregas, enseguida pasamos de un tema a otro y hablamos de todo, principalmente de otras historietas.




Pero hablar sobre viñetas nunca es tiempo perdido, y pasamos un buen rato comentando historias clásicas, aconsejando lecturas baratas (actualmente lo más rentable, si se conoce la lengua inglesa, son los tomos Essential y Showcase que recopilan historias clásicas de las grandes editoriales Marvel y DC), dando ideas sobre las lecturas del próximo año, etc.


La próxima reunión, en Septiembre, cuando repartamos las camisetas a los participantes de esta primera edición.


martes, 11 de agosto de 2009

EN CATÁLOGO: ELRIC, LA FORJA DE UN HECHICERO

Autores: Michael Moorcock (guión) y Walter Simonson (dibujo)

Género: Fantasía épica

Editorial: Planeta DeAgostini

Publicación: 2008 (edición en castellano de la serie limitada de cuatro números Elric: The Making of a Sorcerer, publicada originalmente por DC Comics entre 2004 y 2006)

Encuadernación cartoné, 208 páginas

Catálogo Tebeoteca: Consíguelo aquí.


Uno de los géneros más apreciados por el público tanto europeo como estadounidense es el de fantasía épica, cuyo momento álgido fueron los años 70 y 80, con la adaptación a las viñetas de clásicos del género como Conan, Kull o Red Sonja (creados por el texano Robert E. Howard) y de Elric, Corum o Hawkmoon (creados por el londinense Michael Moorcock). En no pocas ocasiones estas adaptaciones se han convertido en obras maestras de la historieta, como fuera el caso de Clavos Rojos.


En los últimos años el género, que parecía haberse consumido a sí mismo, ha encontrado renovadas fuerzas, nuevas perspectivas e ideas, recuperando toda su gloria de la mano de series como pudieran ser el Conan de Kurt Busiek y Cary Nord (Dark Horse Comics, 2004) o Warlord de Bruce Jones y Bart Sears (DC Comics, 2006). Y entre ellas, la serie que comentamos hoy, Elric: La forja de un hechicero.



La imagen de Elric que nos había llegado hasta el momento, al menos en los cómics, había sido obra del ilustrador P. Craig Russell. Su dibujo estilizado, casi onírico, hacía que el espectador se dejase llevar por un universo de ensueño que nada tenía que ver con el bárbaro Conan. Pero ahora Walter Simonson rompe con dicha estética al ofrecernos una interpretación personal y distinta, ni mejor ni peor que la de Russell, pero igualmente bella y poderosa. Frente al dibujo de trazo hermoso de su antecesor, Simonson tiene un dibujo a ratos sucio, pero tremendamente impactante, plasmando los combates y el empleo de la magia como ningún otro autor lo había sabido hacer anteriormente. Su dibujo no alcanzaba cotas similares desde que realizada la serie de Thor en los años 80.


Los guiones de Elric habían sido adaptados mayormente por Roy Thomas, también guionista del bárbaro creado por Howard. Y aunque su trabajo fue sobresaliente en la mayoría de las ocasiones, sus adaptaciones carecían en ocasiones de vida, pues no se atrevía a llegar más allá de las novelas. Por eso, que el propio creador del personaje, Michael Moorcock, guionice este relato ofrece muchas ventajas: una historia totalmente nueva, unos personajes que se nos muestran tal y como su creador los ideó, elementos originales que trascienden las novelas…



La historia narra cómo el joven albino Elric de Melniboné supera las pruebas de magia para acceder al trono de rubí y poder así suceder a su padre como emperador. En su camino conocerá la amistad de sus seguidores, el amor de Cymoril, la envidia de quienes sueñan con un futuro plagado de guerras y conquistas, pero sobre todo el odio de su primo Yyrkoon, que ambiciona el trono para sí mismo. Magia, viajes a un pasado remoto, demonios y la aparición de la espada negra conocida como Stormbringer convierten este cómic en un viaje apasionante tanto para los seguidores del antihéroe albino como para los aficionados al cómic que se acerquen a este personaje por primera vez, siendo un punto de partida estupendo para luego pasar a leer sus novelas.


Es cierto que Moorcock ya no es el joven y rebelde autor que removió los cimientos de la fantasía inglesa en los años 60 y 70, pero sabe narrar con un ritmo endiablado que Simonson ilustra magistralmente. No cabe duda que ésta es la mejor aventura de Elric que la historieta ha conocido hasta el momento.


Recomendado: Para aficionados/as a las historias de aventura, y muy especialmente a los amantes de la fantasía épica.


Y si te gusta: No dejes de leer Conan: Clavos Rojos, una aventura plagada de magia, combates y misterios.



martes, 4 de agosto de 2009

REUNIÓN DEL CLUB DE LA HISTORIETA: EL ALMANAQUE DE MI PADRE

El pasado día 17 de julio nos reunimos una vez más, con una calor tremenda, para hablar de El almanaque de mi padre. Nos reunimos menos gente de lo habitual, pero igualmente pasamos un rato agradable hablando de manga y cómics en general.



Es divertido comprobar que mucha gente sigue teniendo la idea de que el manga es solamente para adolescentes, aunque obviamente leer a Jiro Taniguchi les hace ver las cosas de otra manera. También hubo bastante interés por conocer cómo era el método de producción del manga japonés. De hecho, se está volviendo algo habitual que en todas las reuniones en las que sale el tema de las historietas japonesas me acaben preguntando por cómo se realizan. Al respecto la Tebeoteca cuenta con una obra estupenda, cargada de ilustraciones y datos que hará las delicias de cualquiera que tenga interés en el tema: Manga. La era del nuevo cómic.


La siguiente reunión, la última del curso 2008/2009, será a mediados de agosto… ¡esperemos no derretirnos hasta entonces!